Movimiento de los Focolares
Loppiano: Primer “Week-end del Dar”

Loppiano: Primer “Week-end del Dar”

“Eran tiempos de guerra y todo se derrumbaba… sólo Dios quedaba”. Así comienza a menudo el relato del nacimiento del Movimiento de los Focolares. Era el año 1943, en el furor de la Segunda Guerra mundial. De aquellos años se recuerdan muchos episodios que luego han sido emblemáticos y que se han repetido y difundido en todos lados donde está presente la comunidad de los Focolares.

Uno de estos episodios fue “la montañita”.  Veamos cómo lo recuerda Vittoria (Aletta) Salizzoni, una de las primeras jóvenes que emprendió con Chiara Lubich “la aventura de la unidad”:

«Recuerdo un hecho. Pienso que habrá ocurrido  en 1946. “Demos toda nuestra ropa superflua a nuestra comunidad”, propuso Chiara, y así comenzamos a hacer lo que llamamos “montañita”. Éramos pobres. ¡Imagínense! En la post guerra no había nada. Sólo teníamos ropa vieja y usada, pero todas pusimos algo. Me acuerdo de una linda montaña, allí, en medio del cuarto de la “casita”, que luego fue distribuida»

Este hecho, que recordaba lo que hacían las primeras comunidades cristianas donde “a nadie le faltaba lo necesario, porque lo que poseían (los bienes)… los ponían a disposición de todos… y luego se distribuía a cada uno según sus necesidades” (Hechos 4, 34-35), se convirtió en una praxis en las comunidades de los Focolares esparcidas en el mundo.

Los habitantes de la ciudadela internacional de Loppiano decidieron, el 8 y 9 de febrero, lanzar una propuesta similar, involucrando el propio territorio, y siguiendo las indicaciones de Papa Francisco que en su mensaje para la próxima Cuaresma, invita a compartir. El Papa recuerda, entre otras cosas, que “es necesario que las conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y a la comunión”.

La iniciativa solidaria se tituló “Week-End del Dar”. «Se trata de una “completa inmersión en la cultura del dar” –explican los organizadores- que promovió la apertura de un espacio de intercambio y de solicitud de objetos en buenas condiciones, sin limitaciones o restricciones de clase; sin olvidar “la cartelera” con las necesidades y el “banco del tiempo” donde se ofrece el tiempo disponible para los demás»

El Salón de la ciudadela se destinó como centro de recolección. «Llegó de todo: ropa usada de todas las tallas, para todas las edades, libros, electrodomésticos, muebles, juguetes, objetos de decoración», cuentan.

Durante el domingo, hubo momentos de diálogo y se profundizó sobre los motivos que fundamentan la “cultura del dar”, en contraposición a la cultura del poseer, y su directa aplicación en la vida de todos los días.

Finalmente se inauguró la llamada “Red montañita permanente”, es decir, un punto de recolección y de redistribución de los objetos donados. Un lugar abierto a la solidaridad y pensado como tránsito de bienes hacia quien los necesita.

La aventura de la unidad: Los inicios /2

La aventura de la unidad: Los inicios /2

Continuación de “La aventura de la Unidad”/Los inicios/1

En los meses sucesivos Chiara se encuentra rodeada de jóvenes. Algunas de ellas quieren seguir su mismo camino: Natalia Dallapiccola la primera, después Doriana Zamboni y Giosi Guella; también Graziella De Luca y las dos hermanas Gisella y Ginetta Calliari; otra pareja de hermanas, las Ronchetti, Valeria y Angelella; Bruna Tomasi, Marilen Holzhauser y Aletta Salizzoni; … Y todo esto sucede a pesar de que el camino del focolar no estaba para nada definido, salvo por el “absoluto radicalismo evangélico” de Chiara.

En esos meses la guerra encrudece también en Trento. Ruinas, escombros, muerte. Chiara y sus nuevas compañeras se encuentran en los refugios antiaéreos cada vez que hay bombardeos. Es fuerte el deseo de estar juntas, de poner en práctica el Evangelio, después de aquella fulgurante intuición que las lleva a poner a Dios amor como el centro de sus jóvenes vidas. «Cada acontecimiento nos impresionaba profundamente –dirá más tarde Chiara-. La lección que Dios nos ofrecía mediante las circunstancias era clara: Todo es vanidad de vanidades, todo pasa. Pero, con-temporáneamente, Dios ponía en mi corazón, a nombre de todas, una pregunta, y con ella una respuesta: “Pero ¿existirá un ideal que no muera, que ninguna bomba pueda hacer caer, por el cual valga la pena donar todo de nosotros?”. Sí, Dios. Decididamente decidimos hacer de Él el ideal de nuestra vida».

En el mes de mayo, en un sótano de la casa de Natalia Dallapiccola, a la luz de una vela, leen el Evangelio, como ya es su costumbre. Lo abren casualmente, y encuentran la oración de Jesús antes de morir: «Padre, que todos sean una cosa sola» (Jn. 17, 21). Es un texto evangélico extraordinario y complejo, es el testamento de Jesús, estudiado por lo exegetas y por los teólogos de toda la cristiandad: pero algo olvidado en aquella época, por ser misterioso para la mayoría. Y después la palabra “unidad” había entrado en el vocabulario de los comunistas, que en cierto sentido reclamaban el monopolio. «Pero aquellas palabras parecían iluminarse una a una – escribirá Chiara-, y nos dejaron en el corazón la convicción de que habíamos nacido para “aquella” página».

Pocos meses antes, el 24 de enero, un sacerdote les pregunta: «¿Saben cuál fue el dolor más grande de Jesús?». Las muchachas responden según la mentalidad común de los cristianos de entonces: «El que sufrió en el huerto de los olivos». Pero en sacerdote replica: «No, Jesús sufrió más cuando grito en la cruz: “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?”(Mt 27,46)». Impresionada por esas palabras, en cuanto quedaron solas, Chiara le dice a su compa-ñera: «¡Tenemos una sola vida, gastémosla lo mejor que podamos! Si el dolor más grande de Jesús fue el abando-no por parte de su Padre, nosotros seguiremos a Jesús abandonado». A partir de ese momento Él será para Chiara el único esposo de su vida.

El conflicto mientras tanto no deja tregua. Las familias de las muchachas en gran parte se ven desplazadas a los valles de las montañas. Pero ellas deciden permanecer en Trento: quien obligada por el trabajo o por el estudio, o, como Chiara, para no abandonar a las muchas personas que empezaban a sumarse. Chiara encuentra un techo en el apartamento número 2 de la Plaza de los Capuchinos, en la periferia de Trento, donde ella y algunas de sus nuevas amigas –primero Natalia Dallapiccola, y después poco a poco las otras- se transfirieren. Es el primer focolar: un modesto apartamento con dos ambientes en el anexo arbolado a los pies de la iglesia de los Capuchinos: lo llaman “la casita del amor”, o, simplemente, “la casita”.

Vittoria Salizzoni, una biografía

Vittoria Salizzoni, una biografía

Un libro ‘escrito con el corazón’, el testimonio de una de las primeras jóvenes protagonistas que siguieron a Chiara Lubich desde el inicio, en Trento, en una aventura espiritual que a los largo de los años ha involucrado a millones de personas. Cuando se habla de Chiara y de sus ‘primeras compañeras’, estaba también ella, Vittoria Salizzoni, “Aletta” para todos, junto a Dori Zamboni, Graziella De Luca, Silvana Veronesi, Bruna Tomasi, Palmira Frizzera, Gisella y Ginetta CalliariNatalia DallapiccolaGiosi GuellaValeria RonchettiLia BrunetMarilen Holzauser.

Aletta vivió con Chiara los albores de los Focolares y sus recuerdos, algunos de los cuales son inéditos, fueron tomados de sus discursos o intervenciones, y son básicamente episodios de vida. Así como los informes de su trabajo, durante un cuarto de siglo, para dar impulso al Movimiento de los Focolares en los países de Medio Oriente.

Se trata de memorias, relatadas con un estilo simple y espontáneo, que no pretenden delinear una historia del Movimiento, pero de las que se deduce la vitalidad y el coraje que acompañaron eventos y viajes. Hoy, habiendo alcanzado sus 87 años, a quien le pregunta cómo está, responde: “¡Me siento rica!…”.

Reportamos un episodio del nuevo volumen (Aletta cuenta… una trentina con Chiara Lubich, Colección Città Nuova Per), en donde cuenta sobre los años vividos en Líbano, durante la guerra (1975-1990).

“Creíamos en el Evangelio en medio de las bombas y del odio, de los heridos y los muertos, casi como en un oasis de personas que trataban de poner en práctica el amor recíproco y la comunión de los bienes, no sólo entre ellas, sino también con los demás, también con los musulmanes”.

Había mucha ayuda recíproca, por ejemplo una auténtica competencia para poner en común habitaciones y apartamentos: muchas familias abrieron sus casas a los que vivían en las zonas más peligrosas. Quienes tenían casas en la montaña o en lugares seguros acogían a los demás que se habían quedado sin casa.

Cuando escaseaban los víveres, quien tenía pan lo distribuía a quien no tenía. Lo mismo con el agua. Quien iba a buscarla decía a los demás: “Denme sus bidones, traemos agua también para ustedes”, y había que hacer largas filas, durante horas, en las fuentes, siempre con el temor de que pudiera empezar un bombardeo.

Hubo momentos en los que nos sentimos perdidos, pero en el sostenernos espiritualmente unos a otros surgía como consecuencia el ayudarnos materialmente. Todo nacía de allí, no como en las asociaciones de ayuda, sino como una sociedad donde se vive el Evangelio.

Todos vivíamos en la misma condición, sólo podíamos amar y esto la guerra no nos lo impedía, todo lo contrario. Se puede decir que nos formó. Sentíamos el apoyo continuo del Movimiento [de los Focolares] y la cercanía de Chiara Lubich, quien siempre estaba pendiente, en los momentos más difíciles y tormentosos de la situación libanesa».

Egipto: un encuentro pleno de historia /1

Egipto: un encuentro pleno de historia /1

“Faraones, griegos, beduinos, nubios, cristianos, musulmanes…. El Egipto de hoy es la síntesis de estas culturas que condujeron a la unicidad del carácter egipcio, con sus bellezas, su originalidad, y, también, con sus contradicciones” Sally, una joven del Cairo, acompañó a Maria Voce, Giancarlo Faletti y todos los presentes en un  recorrido  por la historia religiosa y cultural de este País fascinante.

Es viernes de tarde, día de fiesta para Egipto, país de mayoría musulmana. Estamos en el gran College de los Jesuitas, en las cercanías de la estación ferroviaria central y no lejos de Plaza Tahrir.

La Presidente y el Copresidente entran en la sala en oscuridad: parece que están penetrando en el corazón de las antiguas pirámides rodeados por misterio y presencia de lo divino. Los 350 presentes mantienen a duras penas el deseo de recibirlos con el entusiasmo que finalmente despliegan apenas se encienden las luces: parece una verdadera fantasmagoría de colores y de sonidos, para expresar la alegría súbitamente incontenible.

Poco antes, un grupo de niños le entregó a Maria Voce, la llave de Ankh, el símbolo que, en la tradición del antiguo Egipto representa la inmortalidad. Y es justo con la llave de Ankh y con la ayuda de Sally que pasan una hora recorriendo milenios de historia de este pueblo: desde la civilización que surgió a lo largo del recorrido del Nilo hasta la revolución de Plaza Tahrir símbolo de aquella primavera árabe, que representa la realidad en la cual el País y sus habitantes se encuentran hoy enfrentados.

En esta historia milenaria se injerta también la pequeña historia del Movimiento de los Focolares, comenzada con la llegada de Aletta Salizzoni, Mariba Zimmermann y Marise Atallah, el 26 de enero de 1981. Fue un momento que cambiaría la vida de muchos dentro de la comunidad cristiana, produciendo, también en esta tierra, el nacimiento de un grupo de personas que vive para construir comunidades donde, por el amor recíproco, pueda estar presente Cristo.

Hoy, la espiritualidad de la unidad se ha difundido en Sohag, Luxor, Aswan, Alessandría, Ismailia y otras ciudades, inclusive en pequeños pueblos. No faltan representantes del Sudán, de Eritrea, de Etiopía, de Siria y de Irak. Hay grupos que provienen de estas y otras localidades reunidos en El Cairo para saludar a Maria Voce y a Giancarlo Faletti y para contar las últimas páginas de la historia de su País, las escritas a partir de la ‘revolución’, como todos la llaman aquí. En esas semanas, recuerda también Sally, “era difícil salir de casa, no existía seguridad y nos dedicamos a vivir el momento presente. Rezamos más y tratamos de ayudar a los demás. El resultado de esta actitud  fueron relaciones con nuestros vecinos de casa y entre cristianos y musulmanes. El miedo se transformó en amor recíproco y comunión festiva. Hemos sentido la unidad de toda nuestra gran familia”

Finalmente, algo de folklore, música contagiosa, colores vivos, como los rostros que se ven  en el palco. La atmósfera se vuelve cálida en espera de un diálogo con Maria Voce y Giancarlo Faletti, pero de esto hablaremos mañana porque estos días los diálogos con los niños, jóvenes, familias, se sucedieron, todos interesantes, estimulantes, sinceros y directos.

De Roberto Catalano

Egipto con fisonomía ecuménica

Egipto con fisonomía ecuménica

En años recientes,  Hurgada, sobre el Mar Rojo,  Luxor y  las proximidades de Alejandría fueron sede de  las Mariápolis del Movimiento de los Focolares en Egipto. Son lugares ricos de bellezas artísticas y naturales, símbolo del pueblo egipcio profundamente religioso, abierto, alegre, hospitalario, dotado de un equilibrio que se funda en su gran capacidad de sufrir y soportar las adversidades. Lo han demostrado al mundo a través de todo lo ocurrido a partir de diciembre del 2011.

La historia de la espiritualidad de la unidad en Egipto se remonta a fines de los años ‘50 cuando Marco Tecilla, el primer focolarino, desembarca en Alejandría para encontrarse con uno de los primeros franciscanos que había conocido el Movimiento, el Padre Nazareno Beghetto. Terminando  los años ‘60 desde Algeria los focolarinos llegan a Egipto solo por algunos días, mientras que en el ’75,  Aletta Salizzoni, una de las primeras focolarinas visita la tierra de los faraones, acompañada por Matta del Líbano, invitada por las religiosas del Buen Pastor, que después de haber participado en una Mariápolis en Líbano, formaron  una comunidad focolarina.

Hacia fines de los años ’70 se expanden los “grupos de la Palabra de Vida”.  Y es por este medio que en 1980, un grupo de gen participa en un congreso internacional en Roma. Volviendo a su patria piden que se abra un focolar. Su sueño se hace realidad el 26 de enero de 1981: Aletta llega al Cairo junto con dos focolarinas y encuentran una casa en Shoubra. El 13 de octubre de 1983 se abre también el focolar masculino.

El Padre Morcos Hakim es elegido en el ’82, obispo de Sohag (Alto Egipto) quien dará vida a una floreciente comunidad de jóvenes y adultos de la ciudad y de los pueblos circundantes, gente simple, a veces analfabeta, que recibe y vive la Palabra de Vida con plenitud. Mientras tanto, se multiplican los viajes de las focolarinas y de los focolarinos a distintas partes del País. Se realizan Mariápolis  tanto en el Cairo como en Sohag. Algunos estudiantes comienzan a difundir el ideal de la unidad también en Assiut y, notando este inesperado florecimiento de vida, Mons. Morcos pide que se abra un focolar también en el sur. En 1995 tres focolarinas, entre ellas la primera egipcia, se trasladan a Zohag.  Desde allí, a través de periódicos viajes, transmiten a mucha gente la espiritualidad del Movimiento, en Minia, Luxor y Assuan. En la década de los ’80 también en Alejandría se forma una pequeña comunidad alrededor de sor Cecilia, salesiana; un grupo que continúa reuniéndose incluso  después de la partida de la religiosa, encontrándose alrededor de la Palabra e intercambiándose experiencias.

Si bien, entre tanto, se desarrollan todas las expresiones de los Focolares – son muchos, por ejemplo, los sacerdotes y los seminaristas que adhieren a la espiritualidad de la unidad – son sin embargo las familias las que tienen impacto en el territorio y una visibilidad notable. Alrededor de una pareja ítalo-libanesa, se forma un grupo de parejas, cuya experiencia llevará a la creación de un Centro de formación de novios y jóvenes parejas a la vida matrimonial y a la maternidad y paternidad responsable, además del recibimiento del don de la vida. Este centro, alentado por la Conferencia episcopal y por el Patriarca Stephanos II, está ubicado dentro de la sede del Patriarcado.

Los Focolares en Egipto, hoy, tienen una clara fisonomía ecuménica: es una comunidad compuesta por miembros de la Iglesia católica de los varios ritos orientales y de la Iglesia copto-ortodoxa. Muchos re descubren la belleza de su propia Iglesia y se comprometen en primera línea a trabajar para que sea cada vez más conforme al plan de Dios. El carácter ecuménico demuestra cómo el diálogo de la vida permite superar prejuicios, que a menudo existen desde hace siglos.

Se crean relaciones  nuevas no solo entre cristianos (aproximadamente el 10% de la población) sino también con los musulmanes y esto anima, infunde esperanza y da la certeza de poder construir un mundo unido más allá de cualquier diferencia.

Del enviado Roberto Catalano..