Movimiento de los Focolares
La aventura de Oreste Basso

La aventura de Oreste Basso

“He sido un hombre muy afortunado; quisiera expresar todo el amor de Dios pero creo que es imposible decir todo lo que he recibido [de Él] y poderlo comunicar”. En 1997, Oreste empieza así a contar su historia a un grupo de jóvenes, siguiendo el hilo de oro que la entretejió.

Nace en Florencia, el 1° de enero de 1922, en una familia que le trasmite los principios cristianos y una rectitud a toda prueba. Ama los estudios humanísticos, y sueña con una profesión y una vida cómoda. La experiencia de la guerra es “una lección terrible, porque allí se ve como caen todos los ideales humanos”. “Lo único que permanecía en pie después de la guerra –recuerda- eran los afectos naturales, los de la familia”. Habiendo conseguido el título de ingeniero, en el ’46 encuentra trabajo en una industria en Sesto San Giovanni (Milán), que entonces era considerada la “Stalingrado de Italia”. Vive en Milán y en las noches a menudo va a un comedor donde se encuentra con algunos amigos – Piero Pasolini, Danilo Zanzucchi, Guglielmo Boselli, Alfredo Zirondoli – quienes estarán entre los primerísimos que siguieron la aventura del focolar. Conversan sobre Maritain, el neotomismo, el arte, la música. Uno de ellos, Giorgio Battisti, un día propone a Oreste si quiere “conocer algo bello: chicas que viven el Evangelio”.

Una de ellas, Ginetta Calliari, entre las primeras que siguieron a Chiara Lubich, se encuentra con estos jóvenes quienes hacen una tempestad de preguntas y se quedan escuchándola hasta tarde “Empezamos a entender – cuenta Oreste – que el Evangelio lo podían vivir no sólo personas lejanas sino también nosotros”. Los frutos de esta nueva vida se hacen evidentes: Oreste se gana la estima de un subalterno políticamente muy activo quien observándolo conoce su ideal evangélico y le dice: “Si usted cree en Dios también yo puedo creer en Él como usted dice”.

En 1951, Oreste deja su casa y va a formar parte del focolar de Milán junto a otros compañeros que en el anuncio de Ginetta escucharon el llamado a seguir este camino; poco después conoce a Chiara Lubich: “¡Un encuentro bellísimo!” – afirm. Me pareció una persona estupenda de grandísima sencillez y luz”.

Mientras tanto, en varias ciudades de Italia iba aumentando el número de personas deseosas de conocer el Movimiento naciente, Oreste Basso se traslada a Parma junto con Lionello Bonfanti. Su relato sobre aquellos días el sabor de los orígenes: “Para poder dormir había un sofá, y para comer compramos una cocinita de espiral. Por lo general comíamos queso y tomábamos leche. ¡Muchas veces la leche era nuestra salvación! ¡Pero éramos realmente felices!”.

Después de algunos años, el Movimiento de los Focolares – Obra de María (éste fue el nombre dado por Chiara a la nueva realidad eclesial) se  difunde y se delinean su múltiples aspectos. A Oreste entonces se le invita a transferirse a Florencia, para asumir un rol de responsabilidad. Su respuesta afirmativa es inmediata a pesar de que en su trabajo le habían hecho la propuesta de ascenderlo y el mismo director general estaba desolado por su partida. “Empezó otra vida –comenta Oreste- inmerso completamente en el carisma del que Chiara era portadora”.

A finales de los años ’50 es llamado a Roma, donde, junto a Chiara, desempeña con su estilo alegre y discreto, una tarea de orden en la  redacción de los Estatutos de la Obra que con los años se van adecuando a una realidad en constante crecimiento. En 1981, Oreste es ordenado sacerdote, un ministerio que considera un privilegio, un llamado a un amor más grande.

Elegido en 1996 co-presidente del Movimiento , ejerce un papel fundamental ante la muerte de Chiara (14 de marzo de 2008) y durante la sucesiva Asamblea General en donde se elige a quien tendría que tomar el lugar de la fundadora.

Los mensajes llegados ante la noticia de su fallecimiento por parte del Santo Padre, por parte del Secretario de Estado Vaticano, el Cardenal Bertone y de Mons. Rylko, presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, dan crédito de la radicalidad de la vida evangélica y de la sencillez en las relaciones sinceras que Oreste Basso supo construir día tras día hasta el último día. Siguen llegando numerosísimos testimonios sobre él, que expresan afecto y gratitud.

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Klaus Hemmerle: para la iglesia y para la sociedad

Klaus Hemmerle: para la iglesia y para la sociedad

Klaus HemmerleKlaus Hemmerle, fue obispo de Aquisgrana, teólogo y filósofo destacado, dejó una huella especial, un importante aporte a la profundización doctrinal del carisma de la unidad y a su difusión entre los  obispos. Por lo tanto, la visita de la presidente de los Focolares, Maria Voce, el 11 de mayo 2013, se realizó bajo el signo de la influencia que Mons. Hemmerle tuvo en la teología y en la vida de la iglesia y de la sociedad. “Chiara Lubich lo inspiró y se dejó inspirar por él”, afirmó María Voce al describir la relación entre el teólogo obispo alemán y el Movimiento de los Focolares. La misma Chiara lo contaba entre sus cofundadores.

En la mañana María Voce fue invitada a una entrevista privada con el actual obispo de Aquisgrana, Heinrich Mussinghoff. Después fueron juntos a la Catedral para visitar la tumba de Hemmerle. En la tarde en el antiguo domicilio de Hemmerle se reunió un pequeño grupo de miembros del Comité central de los católicos alemanes (que reúne a las organizaciones laica), teólogos y quienes fueron sus colaboradores.

Entre ellos, Matthias Sellmann, docente de Teología pastoral en Bochum, y Claudia Lücking-Michel, vicepresidente del comité Central y secretaria general de la Obra de Cusanus, – asociación que distribuye becas para estudiantes distinguidos-. Desarrollaron dos breves temas sobre la figura del obispo Hemmerle. En la segunda parte los participantes contaron testimonios de sus encuentros personales con él.

 “Su pensamiento teológico y su influencia en nuestro trabajo en el comité de laicos alemanes han producido muchos frutos incluso luego de su vida terrena”, declaró Claudia Lücking-Michel quien, aun habiendo encontrado a Hemerle sólo una vez, profundizó en su pensamiento y quedó impactada por él. Lo describe como un constructor de puentes en múltiples situaciones, lo que la estimula a reflexionar sobre el sentido de la vida y de la muerte.

Matthias Sellmann, en cambio, definió a  Hemmerle como el maestro por excelencia para enseñar un cristianismo convincente, y subrayó su pensamiento plural. Según su parecer fue un pensador de vanguardia: “Se ponía en la situación del que quiere  aprender y estaba convencido de que la materia teológica siempre tenía más de una fuente. ¡Hemmerle lograba explicarte la Trinidad en forma tal que te venía el deseo y el gusto de vivirla!”. “Un gran sabio –así lo describió también Sellmann – que lograba explicar los grandes teoremas en forma sencilla”.

“Estamos agradecidos de haberlo tenido entre nosotros y quizás sólo en el futuro lograremos descifrar el alcance de su teología”, afirmó el actual obispo de Aquisgrana Heinrich Mussinghoff, y prosiguió “Podemos aprender de él cómo pensar en forma nueva la fe, cómo vivirla y cómo contarla en forma nueva”.

En el intercambio entre los presentes se pusieron en evidencia algunas ideas interesantes sobre cómo hacer para que la herencia de Klaus Hemmerle dé frutos en el futuro: estudiar el aspecto del lenguaje “muy comprensible y original al mismo tiempo” como sugería el Prof. Michael Albus, quien hizo su doctorado con Hemmerle. Y también, promover un premio entre los científicos comprometidos en los grandes temas del pensamiento de Hemmerle; empezar un proyecto de intercambio para colaboradores y dirigentes del ámbito eclesial, fue una de las propuestas de  Claudia Lücking-Michel. Del conjunto emergió la importancia de la figura de Mons. Hemmerle para la teología y la vida de la iglesia no sólo en la Alemania de su tiempo, sino para la realidad eclesial de hoy y del futuro.

Oreste Basso. Focolarino, con humor

Oreste Basso. Focolarino, con humor

«El Santo Padre desea expresar a todo el Movimiento de los Focolares su más sentido pésame» – con estas palabras inicia el homenaje a Oreste Basso, en la celebración de su funeral, el 15 de abril de 2013. Se trata del mensaje firmado por el Secretario de Estado, el Card. Bertone, leído por María Voce, en donde recuerda además «el generoso servicio eclesial de tan ferviente sacerdote, que supo prodigarse en el anuncio gozoso del Evangelio y en el solícito testimonio de la caridad».

El Card. Bertone – quien pudo conocer personalmente a Oreste Basso durante el período en el que se estudiaban algunos artículos de los Estatutos del Movimiento de los Focolares –Obra de María- quiso señalar su participación personal en este momento agregando al mensaje oficial una carta suya a la Presidente de los Focolares: «Me impresionó la escucha sincera de los consejos y la total disponibilidad a la colaboración. Con él experimenté una gran fraternidad, y a lo largo del tiempo, aun sin encontrarnos permaneció en mí su amistad. Pude percibir la delicadeza de su alma de sacerdote hermano, en el Movimiento, sin autoritarismo, ha sido para mí un ejemplo».

«Pude apreciar la claridad de su ideas y la radicalidad como testigo del Evangelio» escribe el Card. Rylko presidente del Consejo Pontifico para los Laicos, quien lo define como «fiel e incansable colaborador de Chiara Lubich»; «más allá de la fineza del trato – prosigue – dejaba entrever su ser sacerdote según el corazón de Jesús y testimoniaba en qué medida del Carisma del Movimiento puede hacer florecer la gracia del sacramento del Orden».

Marco Tecilla, el primer focolarino y su compañero de viaje durante largos años, le presta su voz a la historia de Oreste, que llega hasta los últimos instantes de su vida.  “Es una breve presentación – aclara- porque su vida es muy amplia”.

Oreste Basso, un focolarino, entre los más cercanos colaboradores de Chiara Lubich desde los años ’50, expiró serenamente a los 91 años la noche entre el sábado y el domingo 14 de abril, se le puede definir como un “gigante” de los Focolares. Durante su larga vida tuvo funciones de gran responsabilidad dentro del Movimiento, convirtiéndose en un testigo elocuente del carisma de la unidad. Habiendo sido ordenado sacerdote en 1981, consideraba el ministerio como un servicio y un llamado a un amor más grande. Fue elegido co-presidente del Movimiento en 1996, y ejerció, entre otras cosas, un papel fundamental en el momento de la muerte de la fundadora (el 14 de marzo de 2008) y durante la Asamblea sucesiva donde se eligió a quien fuera la sucesora de Chara Lubich en la Presidencia, un hecho totalmente inédito para los Focolares.

Nacido en Florencia el 1° de enero de 1922, conoció a los Focolares en 1949 en Milán, al escuchar hablar a Ginetta Calliari en el comedor universitario, donde se reunía con algunos amigos, quienes seguidamente se volvieron todos focolarinos: Piero Pasolini, Danilo Zanzucchi, Guglielmo Boselli, Giorgio Battisti. En Milán trabajaba como ingeniero e inspector de motores de las locomotoras de una gran industria. En los años difíciles de la postguerra la espiritualidad y la vida del Movimiento basadas en el Evangelio fueron el descubrimiento de una fuerza que, junto con otras, daría la paz al mundo, el progreso, la esperanza. En 1951, junto con otros amigos,  constituye el primer focolar masculino de la capital de Lombardía. A finales de los años 50’ Chiara Lubich lo llama al Centro del Movimiento, en los Castillos Romanos, donde desarrolla sus funciones en espíritu de servicio, haciendo experimentar a quien lo encuentra un profundo sentido de familia.

Del mundo entero están llegando al Centro de los Focolarinos mensajes de participación y de profunda gratitud por el incansable trabajo desarrollado por Oreste Basso al servicio de la Iglesia, en el Movimiento, y por su vida límpidamente evangélica. Entre ellos hay quien habla de “santidad con sentido del humor”, recordando este dote suyo tan especial.

Las últimas palabras de Oreste revelan su profunda relación con María, que caracterizó su vida: «Bello, maravilloso, estupendo, el Paraíso. Está la Virgen… debemos rezar, tenemos que ayudar sobre todo a los pobres y a los más débiles, porque son los que tienen más necesidad de misericordia».

«A Chiara – concluye Marco Tecilla – le pedíamos siempre una frase del Evangelio, para que acompañara nuestra vida, y Chiara le propuso a Oreste: “Sean mis imitadores, como yo lo soy de Cristo” (1 Cor 11, 1). Ahora que su vida se ha cumplido, nos parece que Oreste nos deja esta palabra a cada uno de nosotros».

Aotearoa, es decir Nueva Zelanda

Aotearoa, es decir Nueva Zelanda

Es difícil imaginar un lugar más agradable que Wellington. Estamos en verano, el sol resplandece y la temperatura es ideal. En el Saint Mary’s College, el 2 y 3 de febrero se reúne la comunidad neozelandesa de los Focolares: más de 200 personas provenientes de las dos islas principales del país, constituido por una mayoría que no es indígena y una minoría maorí, por lo tanto la población local de Nueva Zelanda es “Aotearoa” (la tierra de la gran nube blanca). A diferencia de Australia, aquí las relaciones interétnicas son muchos menos problemáticas, gracias a los esfuerzos conjuntos de las autoridades civiles, religiosas y culturales. El país se presenta como un auténtico ejemplo de convivencia pacífica. Tenía que ser una karana, el popular himno maorí danzado, el que le diera la bienvenida a los huéspedes de Italia. Los cantos corales se alternan con potentes gritos –de desafío y de acogida al mismo tiempo-, como conocimos a través de los All Blacks, en conocido equipo de rugby neozelandés. Un breve pero eficaz recorrido histórico sirve para entender mejor la realidad de un pueblo heterogéneo pero unido, que ha sabido, sobre todo gracias a la presencia cristiana, tener una real cohesión social. Welcome home, bienvenidos a casa canta el conjunto que conjuga sonidos europeos con ritmos locales. La breve  historia del “pueblo nacido del Evangelio”, el de Chiara Lubich, empieza con el Salmo: «Pídeme, y te daré en herencia todas las naciones, hasta los últimos confines de la Tierra». De hecho aquí estamos en el extremo opuesto de Trento… Es una historia que empieza con  Evert Tross (holandés) y Terry Gunn (joven neozelandés), quienes deciden vivir el Evangelio, siguiendo el ejemplo de la maestra de Trento. Una historia que prosigue con la llegada del focolar –acogido por el entonces arzobispo Tom Williams – para difundirse después a las principales ciudades de la nación y a tantas zonas rurales. Es una comunidad que se presenta como una muestra fiel de la sociedad, tanto por la diversidad de edades presentes, que por la composición “sociológica” de maorí y no maorí, ricos y menos ricos, inmigrantes recientes y menos recientes. Bill Murray en un elder, un anciano de la tribu  Ngati Apa. Cuenta: «Después de conocer el Focolar cambió mi vida y mi modo de ser elder. El amor de Jesús ahora es parte integrante de mi forma de ser. Cada unos de mis juicios o decisiones los sostiene el amor que he aprendido de Chiara». El actual arzobispo de Wellington, mons. John Dew, afirma: «Ante la secularización presente el Espíritu ha enviado algunos carismas para renovar los mensajes del Evangelio. Aquí en Nueva Zelanda los Focolares han entendido el pueblo y sus exigencias, y saben trabajar con fantasía y coraje ». María Voce y Giancarlo Faletti se dirigen a  las comunidades provenientes de todas las ciudades de Nueva Zelanda. También aquí, al igual que en Australia, emerge la fuerte influencia de la secularización y de la multiculturalidad. Las preguntas de los más jóvenes son existenciales, se refieren a la existencia de Dios, la salvación traída por Jesús, la libertad que el hombre tiene de pecar, sobre la fuerza para cambiarnos a nosotros mismos, sobre qué se puede hacer por quien no tiene casa o trabajo, sobre las graves llagas a inocentes provocadas por la locura… son los hijos de las familias cristianas quienes se plantean tales preguntas, y ponen en evidencia una nueva, vasta frontera de evangelización. Otras preguntas se refieren a la incredulidad, a las dificultades en la educación de los hijos, y al testimoniar también con las palabras. Las respuestas «son un buscar juntos, no afirmaciones ya hechas», precisa María Voce «indican el amor de Dios como respuesta creíble y camino para compartir, de la unidad, como método para lograr no caer bajo el peso de dichos interrogantes.  María Voce y Giancarlo Faletti tratan de dar ánimo e invitan a todos, también a quien no cree, a unirse para dar un testimonio adecuado ante los tiempos y las situaciones de hoy. «¿Cómo hacer para que toda la humanidad experimente la presencia de Jesús en medio?» – prosigue María Voce respondiendo a la pregunta de un adherente del Movimiento- «No sabemos cuándo, pero sucederá porque Jesús lo quiere, habiendo pedido al Padre la unidad. Pero nos pide que lo ayudemos a realizar este sueño. Nuestra parte consiste en establecer en medio de la humanidad pequeños fuegos, de personas unidas en el nombre de Jesús: en una escuela, en un hospital, en un conjunto, también en un campo de cricket. Y el fuego será cada vez más grande, aunque a menudo no sabemos hasta dónde ha llegado. Es seguro que Dios está trabajando. Entonces cooperemos también nosotros con Él, encendiendo y manteniendo encendidos estos pequeños fuegos». Hoy Wellington es el centro del “pueblo nacido del Evangelio”, y no el último rincón de la Tierra. De Michele Zanzucchi, enviado

Pino Quartana e Igino Giordani

Pino Quartana e Igino Giordani

«Desde hace poco de tiempo formo parte del Centro Igino Giordani. Después de tantos años al servicio del Movimiento de los Focolares, tuve el regalo de trabajar todavía más directamente para Foco, mejor dicho de trabajar con él.

Yo fui el último que llegó, pero tuve la fortuna de haberlo frecuentado mucho desde los primeros tiempos cuando entré en el Movimiento de los Focolares. Lo conocí a finales del ’57 con ocasión de un viaje suyo a Milán, mi ciudad, para una conferencia, enseguida tuve la posibilidad de pasar algunas horas con él y darme cuenta de su extraordinaria personalidad, caracterizada por la afabilidad, la sencillez, la simpatía y al mismo tiempo rica de una inmensa cultura y transparencia espiritual.

Después, tenía un secreto, que pronto nos hizo descubrir: su adhesión al Ideal de Chiara Lubich y su unidad especial con ella. Este fue el primer impacto que tuve junto con Mariele, mi esposa: un momento decisivo para nuestro futuro compromiso y para la vocación a la que descubrimos que estábamos llamados siguiendo sus huellas.

Nos dieron el don inestimable de poder colaborar estrechamente con él, lo que quiso decir sobre todo respirar el clima que él generaba, entrar en su escuela de exquisita caridad, nutrirnos de su competencia y de sus intuiciones sobre la familia  y participar de su apertura a toda la realidad humana y social. “Fue por Giordani –son palabras de Chiara- que el Movimiento de los Focolares sintió un llamado especial a dedicarse a llevar a Cristo al mundo, es decir a permear las realidades de la tierra con el espíritu de Dios”. Ahora, trabajar para el Centro Igino Giordani, donde se custodia todo el patrimonio de sus obras y testimonios, es entrar en esta realidad como en un joyero precioso que lo custodia vivo para todos nosotros, y sentirlo todavía más cercano como maestro, amigo y compañero de viaje en este período especial de mi vida: ¡tiempo de balances y de preparación…!

El último don: poder tener acceso a sus reflexiones y a sus palabras que irradian una luz sapiencial sobre el último trayecto que nos espera y por el que cada uno de nosotros ya se ha encaminado: la vejez: “que parece una pérdida –afirma Foco- y es una ganancia; parece un ocaso y es un alba. El suyo es el silencio donde Dios habla; la calma en donde Dios hace penetrar la certeza, que elimina todo temor… En la soledad que se dilata por el inminente invierno, se pone de relieve Dios: avanza Dios; y con Él la relación se hace más íntima e inmediata. En la medida en que pierdo en la economía humana adquiero en la economía divina… Y cuando la muerte llega, entonces no entristece: abre un pasaje al Amor eterno: al encuentro con Dios, cara a cara; fin del sufrir e inicio de gozar”. Porque: “La vida no es más que un proceso de maduración, a través de la purificación que produce el dolor: cuando el fruto está maduro, Dios lo toma y trasplanta el árbol al Paraíso”.

A cargo del Centro Igino Giordani

Tomado del escrito inédito de Pino Quartana: “Mi relación con Foco” (3 marzo 2011)